lunes, 9 de junio de 2008


Esperando en una repartición pública
cansado de los folletos, folletitos y demases
mirando el piso azul con manchas blancas
y con la certeza de que conozco ese diseño
espero, espero oír mi nombre

Ya se de donde lo conozco
de mi niñez
del negocio de mi abuela en Parral
en el que cabalgaban mis cowboys y morían mis soldados
pero no absurdamente como en las películas
sino uno por uno

El que convenientemente se transformaba en mar
y era surcado por mi barco pirata
que había visitado todos los puertos
y no tenia nada mas que ver
ni volver a ver

Que una voz desde algún engranaje de la gran maquina diga mi nombre!!!
que me acecha la melancolía
los recuerdos...

Creo que la vida era mas emocionante entonces
mis sueños no precisaban que fuera yo el protagonista
bastaban mis juguetes, que tenían alma
para cumplirlos
para la felicidad

Eso si..., ese piso era verde como los ojos de mi abuela
lucecitas grandes y lindas que ya no existen
que mientras espero oír mi nombre
me conducen a mi niñez.

1 comentario:

Debia dijo...

" Mi abuela tenía una teoría muy interesante; decía que todos nacemos con una caja de fósforos adentro, pero que no podemos encenderlos solos... necesitamos la ayuda del oxígeno y una vela. En este caso el oxígeno, por ejemplo, vendría del aliento de la persona que amamos; la vela podría ser cualquier tipo de comida, música, caricia, palabra o sonido que engendre la explosión que encenderá uno de los fósforos. Por un momento, nos deslumbra una emoción intensa. Una tibieza placentera crece dentro de nosotros, desvaneciéndose a medida que pasa el tiempo, hasta que llega una nueva explosión a revivirla. Cada persona tiene que descubrir qué disparará esas explosiones para poder vivir, puesto que la combustión que ocurre cuando uno de los fósforos se enciende es lo que nutre al alma. Ese fuego, en resumen, es su alimento. Si uno no averigua a tiempo qué cosa inicia esas explosiones, la caja de fósforos se humedece y ni uno solo de los fósforos se encenderá nunca."

Laura Esquivel